UNA CONFUSIÓN VENIAL


A veces el oído nos juega buenas, aunque en general malas pasadas. Decimos una cosa y se entiende otra. Imagínate cuando lo que se dice es a gritos, en medio de una gran algarabía, con un ruido alrededor enorme y siendo coreado por miles y miles de gargantas. Puedes entender cualquier cosa menos, seguramente, aquello que se quería decir.

Algo parecido a esta circunstancia ocurrió en el partido de ida de una semifinal de la Recopa de Europa, en el año 1995, entre los clubes Real Zaragoza (España) y Chelsea FC (Inglaterra). Lo mejor de ese partido fue el resultado que se dio para el Zaragoza (3-0) y, sobre todo, la anécdota que más adelante contaremos.

El Real Zaragoza contaba en aquel entonces con un buen equipo, solo por citar algunos nombraremos a los argentinos Fernando Cáceres y Eduardo Esnáider, al uruguayo Gustavo Poyet y a los españoles Santiago Aragón, Nayim, Miguel Pardeza, etc., sin menospreciar al resto de jugadores a los que no se ha nombrado.

Por cultura general, diremos que el partido de vuelta, jugado en Stamford Bridge (Londres), el Zaragoza perdió por 3-1 y se pudo clasificar para la final de la Recopa, en la ciudad de Paris, gracias al gol de Santi Aragón. Esta final se disputó en el estadio del Parque de los Príncipes, frente a otro club inglés (en este caso el Arsenal FC), y en el que venció el conjunto maño por un resultado de 2-1, con un gol del centrocampista Nayim en el minuto 119 y 40 segundos de la prórroga. Gol que se tragó el portero inglés en un clamoroso fallo, en un disparo desde casi el medio del campo. El portero inglés, un tal Seaman, era un buen arquero, pero un tanto presuntuoso y vanidoso, y todavía debe andar buscando el balón.

A lo que vamos, tal y como se estaba desarrollando el encuentro entre el Real Zaragoza y el Chelsea y con la derrota que estaba sufriendo este último, sus aficionados, los temibles hooligans ingleses, comenzaron a comportarse violentamente con todos y con todo lo que les rodeaba. De tal manera que a la policía y a la seguridad del estadio no les quedó más remedio que intervenir para intentar reconducir la situación y acabar con la violencia. Los aficionados ingleses se comportaron con un salvajismo ya de sobra conocido y que exportaban cada vez que iban a una cancha contraria. Esa brutalidad gratuita era contrarrestada con una imprescindible contundencia policial. En un momento determinado, la afición zaragocista, comenzó a mostrar su apoyo a la policía española y, al bilardiano grito de Písalo, Písalo (aunque en realidad, lo que Bilardo dijo fue un «pisálo, pisálo» en deje argentino, proferido originariamente en un Deportivo de La Coruña-Sevilla en el año 1993), gran parte del estadio comenzó a corear a viva voz esta sinfonía: PÍ-SA-LO, PÍ-SA-LO, PÍ-SA-LO.

Los ingleses que son muy suyos, y por el gran parecido fonético, entendieron que los aficionados zaragocistas coreaban PEACE AND LOVE, PEACE AND LOVE y, comentan, que esta fue la circunstancia que contribuyó a apaciguar los ánimos belicosos británicos. Es más, algunos diarios y tabloides ingleses se hicieron eco de esta circunstancia y, en sus crónicas del día siguiente, alabaron el comportamiento tan deportivo y ejemplar de la afición maña, que solo deseaba PAZ Y AMOR. 

En fin, nada más lejos de la realidad, pero estas cosas tiene el fútbol.

ALBERTO VEGUE

UNA CONFUSIÓN VENIAL

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