
Todos hemos escuchado a bastantes jugadores, cuando fichan por un determinado equipo, comentar a los medios de comunicación que desde pequeños han querido jugar en ese equipo. O bien, algunos besan apasionadamente el escudo, mientras las cámaras le fotografían y le filman. O, gente de su entorno más cercano, nos comentan lo fanático que era el jugador del equipo por el que ha fichado.
Y me pregunto ¿eso es sentir los colores de un club? Los sentimientos de pertenencia hacia unos colores o hacia una institución ¿se aprenden?, ¿se nace con ellos?, ¿se mantienen cuando, por circunstancias, fichas por otro club?, etc.
Y una última cuestión, ¿existe o ha existido algún futbolista que haya interpuesto su amor por unos colores, por un club, etc. al resto de circunstancias beneficiosas que haya podido obtener?
Indudablemente la respuesta es sí. Existirán muchos o bastantes casos desde que el fútbol es fútbol, pero yo conozco uno que es digno de mencionar, comentar y conocer. Se trata de la historia de Natalio Perinetti, futbolista argentino de principios del siglo XX que dio toda una lección de amor a un club.
Natalio Perinetti nació en el año 1900 y falleció en 1985. Era natural de Remedios de Escalada, localidad próxima a la ciudad de Buenos Aires.

Jugaba de extremo derecho, tenía un buen regate, extremadamente habilidoso y creó escuela con su mejor arma, los centros a la carrera y medidos al área. Su trayectoria deportiva transcurrió en Racing Club, equipo en el que debutó cuando tenía 17 años y con el que logró ganar 5 campeonatos de liga de aquellos tiempos.
Era apodado como «Pantalonazo» por su manía de llevar los pantalones de juego siempre por debajo de las rodillas. Su aspecto fuera de la cancha era el de un verdadero «dandy». Un tipo delgado, muy bien peinado con la raya del pelo impoluta en el medio, como marcaban los cánones de la época, y muy protestón en el juego, lo que le valió un segundo apodo «La Loca», aunque este mote no le hacía mucha gracia.
Participó en los JJOO de Ámsterdam de 1928 con el equipo de Argentina y logró la medalla de plata. También disputó la Copa de América de 1929 y la Copa Mundial de 1930 celebrada en Uruguay. Destacaba de tal manera como futbolista que el Real Madrid, a través de su propio presidente Santiago Bernabéu le quiso contratar, pero Perinetti rechazó la suculenta oferta y se negó a fichar por el equipo merengue. Y eso que la oferta en cuestión, según comentaban en aquella época, superaba hasta en 10 veces su sueldo en Argentina.
Su actividad deportiva en Racing continuó hasta 1934, año en el que mantuvo una serie de desavenencias con algunos dirigentes y directivos del club y debido a esta circunstancia tuvo que abandonar el equipo después de 19 años de defender sus colores.

Decepcionado con la actitud de Racing, Natalio Perinetti fichó por River Plate y, por primera vez desde 1915, vistió colores distintos a los de la Academia. Debutó en River en la jornada 15 del campeonato de 1933/1934, un 8 de julio, contra Gimnasia y Esgrima La Plata. Pero el caprichoso destino quiso que el sexto partido (jornada 20, un 12 de agosto) que debía disputar con su nuevo equipo, fuera contra su amado Racing Club. Perinetti, en un principio, se negó a jugar, alegando que para él era una situación muy difícil y comprometida por lo que solicitó su no participación. La directiva de River hizo hincapié en la profesionalidad que debía mantener como jugador de fútbol y le instó, más bien obligó, a disputar el encuentro. Y así lo hizo Perinetti cumpliendo sus obligaciones, pero una vez concluido el encuentro, el bueno de Perinetti se sacó la camiseta de River pudiendo comprobar todos los asistentes que debajo llevaba la del equipo de sus amores, la del Racing Club de Avellaneda. Ni que decir tiene, la poca gracia que esta actuación tuvo entre los seguidores del Millonario. Tanto es así que, en la jornada nº 9 y en su enfrentamiento contra Huracán, Perinetti en mitad del partido se saca la camiseta y enseña a todo el estadio la azul celeste y blanca de Racing que llevaba justo debajo. En ese momento, abandonó, entre lágrimas, la cancha, alegando que le era imposible defender otros colores distintos a los de su Racing querido. Y ya nunca más volvió a jugar.

Me viene a la memoria otro caso, no tan radical, pero sí mucho más moderno, ocurrió cuando la Juventus de Turín «La Vecchia Signora» descendió a la Serie B (2ª división) de la liga italiana en la temporada 2005/2006 . Hubo jugadores que abandonaron el club, ya que no querían jugar en la Serie B italiana, pero hubo otros que siguieron defendiendo los colores del equipo. Tal es el caso de Buffon, Pavel, Nedved, David Trezeguet y Alessandro del Piero. Este último preguntado por esta circunstancia respondió: «Un caballero nunca abandona a una dama». Ya sabemos todos que la Juve volvió a la máxima categoría a la temporada siguiente.
Sinceramente, al día de hoy, es muy difícil ver a este tipo de futbolistas, aquellos que mantienen una vinculación inquebrantable para con un club, máxime cuando el fútbol y los futbolistas está inmersos, se mueven y abastecen por contratos millonarios.
El Cholo Simeone, en una entrevista televisiva en España, dijo una frase lapidaria y llena de verdad, «en esta vida, cuando naces, solo hay dos cosas que no puedes cambiar, tu madre y tu equipo de fútbol». Eso es compromiso.
ALBERTO VEGUE







