
Un 10 de abril de 1974, en el estadio Celtic Park y ante más de 70.000 espectadores, el equipo español Atlético de Madrid jugó unas semifinales de la extinta Copa de Europa contra el club escocés Celtic de Glasgow. El partido terminó 0-0 y, a la postre, sirvió para que el Atlético de Madrid pasara a disputar la final del torneo, por primera vez en su historia, ya que ganó el partido de vuelta en el Calderón por 2-0.
El partido fue un desastre, pero, eso sí, con un resultado bueno. El Atlético sufrió 3 expulsiones de sus jugadores (Quique, Panadero Díaz y Ayala) y un total de 11 amonestaciones (casi todo el equipo que jugó, salvo Eusebio Bejarano, Adelardo y Gárate). Los escoceses por su parte ninguna expulsión y 1 tarjeta. Y eso que el partido se las trajo. Fue una auténtica batalla campal.
El árbitro fue el turco Dogan Babacan, con fama de tarjetero, con tendencia a ser casero y que, en unas declaraciones de no hace mucho tiempo, dijo que lo que recordaba de aquel partido fue su intensidad (menos mal). Le pitó al Atlético 51 faltas.

Lo cierto es que 50 años después, los escoceses recuerdan este partido como una afrenta y los rojiblancos como una persecución a sus jugadores por parte del árbitro y de los mismos estamentos escoceses. Actualmente, y pese al tiempo transcurrido desde entonces, los clubes siguen enemistados. Los escoceses alegaban que los atléticos tuvieron toda la culpa de lo ocurrido y que nunca habían visto tal violencia en un partido de fútbol (pocos han debido de ver). Por su parte, los responsables atléticos dijeron que «este partido había sido inscrito en los anales de la historia como el símbolo de la garra y el carácter rojiblanco» (se pasaron un poquito). Cada uno a lo suyo. La realidad es que, al día de hoy, todavía no se ha olvidado ese partido, ni todas las circunstancias que se dieron, sobre todo por parte de los seguidores y el establishment escocés.
La realidad es que el Atleti jugó más que duro, muy duro, pero logró su objetico de mantener su portería a cero. Esa era la prioridad del entrenador atlético, el argentino «El Toto» Lorenzo, quien alineó un equipo totalmente defensivo (6 defensas), fiando, claramente, obtener el pase a la final en el partido de vuelta.
El Atlético de Madrid jugó con Reina en la portería, Melo, Ovejero, Panadero Díaz, Benegas, Eusebio, Cacho Heredia, Adelardo, Gárate, Irureta y Ratón Ayala. Había llegado a semifinales tras haber eliminado al Galatasaray turco, al Dinamo de Bucarest (Rumania) y al Estrella Roja de Belgrado (Yugoslavia en aquel entonces). Se ha llegado a decir que fue uno de los mejores equipos rojiblancos que han existido. Por su parte, el Celtic accedió tras ganar al TPS (Finlandia), al Vejle (Dinamarca) y al suizo Basilea. Los mejores jugadores escoceses eran sus delanteros Jimmy Johnstone y Kenny Dalglish.
Lo cierto es que los colchoneros consiguieron su objetico, pero a un alto precio y ganándose una justificada fama negra de equipo excesivamente duro y, a veces, violento. Tanto es así que, la UEFA amenazó al Atlético de Madrid por su conducta antideportiva con expulsarle de la competición si en el partido de vuelta se volvían a reproducir semejantes acontecimientos. Ese partido, el de vuelta, fue de guante blanco por parte de ambos equipos y el Atlético ganó por 2-0, con goles de Gárate y Adelardo, pasando a la final que, desgraciadamente, perdió frente al Bayern de Munich.
El partido fue bautizado por la prensa española como «La Batalla de Glasgow».
ALBERTO VEGUE
