
Hay equipos de fútbol modestos que, en un determinado momento de su existencia y durante un periodo de tiempo más o menos breve, alcanzaron unas cotas de «éxito» que eran difíciles de imaginar. Algunos, la verdad es que muy pocos, se mantienen de una manera prolongada en la élite, pero la gran mayoría, después de un breve lapso de tiempo, no pueden mantener esa línea y poco a poco, pero de una manera paulatina, van abandonando esos puestos de privilegio y retornan a las categorías desde las que empezaron a destacar. Y ese es el caso del equipo del que vamos a hablar hoy. Un equipo, por demás, que cae simpático a una pluralidad importante de personas, sin que tengan una vinculación afectiva muy directa con el club.
En este caso concreto, nos estamos refiriendo al Pontevedra CF. Equipo de una capital de provincia del oeste de España, de poco más de 82.000 habitantes, en la Comunidad de Galicia y que disputa, actualmente, el campeonato de Segunda Federación, grupo I, correspondiente al cuarto nivel dentro de la pirámide futbolística española, ocupando en el momento de escribir esta nota el liderato de su grupo. Además de ser el tercer equipo de fútbol gallego en importancia, después del Celta de Vigo y del Deportivo de La Coruña.

El Pontevedra CF fue fundado el 16 de octubre de 1941, tras la fusión de los clubes Eriña CF y Alfonso XIII CF, ambos de la ciudad. Juega en el estadio de Pasarón (hace algunos años uno de los estadios con aspecto más inglés que existían en España) y con una capacidad para 10.500 espectadores. Viste camiseta granate, pantalón azul muy oscuro y medias granates. Ocupa, en estos momentos, el puesto número 46 dentro de la clasificación histórica de la primera división de la liga española desde sus inicios.
Su mejor época fueron los últimos años de la década del 50 del siglo pasado y, sobre todo, ladécada de los años 60 en que logró una gran notoriedad, cuando alcanzó el campeonato de liga de primera división. Debutó en 2ª división en la temporada 1960/1961 y tres años después, en la 1963/1964, asciende a la máxima categoría, ante su eterno rival provincial el Real Club Celta de Vigo. El ascenso se consiguió gracias a un gol de su delantero Rafael Ceresuel, en el llamado «gol del ajo». Según cuentan la historia, este emblemático jugador del Pontevedra, se salió del campo en el partido ante el Celta para atarse una bota y se sentó encima de una cabeza de ajos (según la superstición española los ajos dan buena suerte) y justo al volver a entrar al terreno de juego, pide el balón, se lo pasan, y engancha un tremendo chut desde fuera del área, que se cuela por toda la escuadra de la portería céltica, consiguiendo a la postre la victoria en el partido y el ansiado ascenso a la máxima división a falta de una jornada para el final del campeonato.
Lamentablemente, esta primera incursión en la 1ª división fue efímera, pues al término de la temporada descendió de categoría, no volviendo a la misma hasta el campeonato de 1965/1966, manteniéndose un lustro en esta categoría y logrando un más que merecido 7º puesto como mejor clasificación durante su periplo en este máximo nivel (todavía se acuerdan en la ciudad del 3-0 que le endosó a todo un Real Madrid plagado de figuras un 17 de diciembre de 1967). Finalmente, concluye su periplo en la flor y nata del fútbol español en la temporada 1969/1970 y desde ese entonces no ha vuelto a retornar a la élite del fútbol en España.
Como en el fútbol las supersticiones están a la orden del día, a raíz del gol de Rafael Ceresuela y con el que se consiguió el ansiado ascenso, siempre hay unas cabezas de ajo plantadas en la portería donde se consiguió ese gol. Igualmente una ristra de ajos da la bienvenida al equipo en el vestuario local de Pasarón.
De la modestia del conjunto y de sus jugadores da fe el ejemplo de su jugador Cholo, capitán de la escuadra, quien acudía a los entrenamientos del equipo con el uniforme de su trabajo habitual (era conductor de trolebús), ya que, en aquellos tiempos y en equipos tan modestos, su salario como jugador no le permitía grandes derroches.
El equipo de aquellos años se convirtió en un conjunto muy correoso y difícil de batir, por eso se decía que el Pontevedra CF era un conjunto «duro de roer», había que pelear mucho para conseguir ganarle, por lo que la afición cantaba a los jugadores contrarios «hai que roelo» (en gallego) quedando esta frase como blasón del club pontevedrés, aún en el día de hoy.

Dentro de las características tan peculiares del club hay que destacar que una parte de la letra de su Himno Irmandiño, con un poco de adaptación, la tomó de una canción que hicieron al equipo argentino Quilmes AC (decano del fútbol ese país), con motivo de la Copa Mundial de Fútbol del año 2002 y que textualmente dice «Eran otros tiempos, era otra historia, no había medallas, solo hambre de gloria y solo se jugaba por la camiseta………».
En estos días, el Pontevedra FC se encuentra escribiendo otra hazaña futbolística disputando los octavos de final de la Copa del Rey de España. En todas las ediciones de Copa, siempre suele haber un equipo sorpresa y en esta edición de 2024/2025 le ha tocado en suerte al Pontevedra, quien se ha plantado en estas eliminatorias después de superar a conjuntos que disputan categorías muy superiores a la suya. Ha eliminado a un 2ª división (UD Levante) y a dos conjuntos de la 1ª división (Villarreal FC y Real Mallorca). No sabemos donde llegará en estas eliminatorias, ojalá sea muy lejos, pero lo conseguido es todo un triunfo.
No me puedo despedir sin desearle el mayor de los éxitos a este modesto equipo que, además, exhibe una de las indumentarias más bonitas del fútbol español.
ALBERTO VEGUE
