
Lo que a veces pasa en el fútbol argentino es difícil que pase en el fútbol de otros países. ¿Será por la pasión argentina por este deporte? ¿Será porque son contundentes en sus decisiones? o ¿Será porque cada uno hace lo que le parece más oportuno?
Vamos a tratar de ilustrar con un ejemplo un episodio que certifica el carácter peculiar del fútbol argentino y de sus integrantes y que sucedió hace ya algunos años. La historia es, cuanto menos, curiosa y divertida.
El hecho tiene como protagonista a Carlos Alberto De Marta, jugador de fútbol, nacido en el año 1951 y fallecido en 2016. Fue un trotamundos del fútbol que vistió las camisetas de bastantes equipos, tanto en la máxima división como en el Nacional B. Equipos tales como Estudiantes de la Plata, Temperley, Belgrano de Córdoba, Los Andes, Huracán, Argentino de Quilmes, Defensores de Cambaceres y Cipolletti. Jugó en 1ª división un total de 189 partidos, consiguiendo 9 goles a lo largo de toda su carrera. Jugaba en la posición de centrocampista.

Dato importante a señalar es que el amigo De Marta era sordomudo de nacimiento. Esta circunstancia no significó nunca un hándicap para desarrollar una importante carrera en este deporte, sino que, por el contrario, siempre tuvo un afán de superación pocas veces visto.
Los hechos que vamos a narrar sucedieron en la 6ª fecha del campeonato nacional de 1972, concretamente un 8 de noviembre de 1972, y en la disputa de un encuentro entre Huracán y Estudiantes de la Plata (equipo en el que militaba en esos momentos).
Nos situamos en la cancha de Huracán, el estadio Tomás Adolfo Ducó en Parque Patricios (conocida popularmente como El Palacio), en la ciudad de Buenos Aires. Huracán ganaba por 2-0 cuando, en un momento determinado del partido, el trencilla de la contienda, Washington Mateo, pitó un penalti a favor de Estudiantes. Instantes después y a instancia de uno de sus linieres, el árbitro, rectificó la decisión tomada y cambió el penalti por un tiro libre sobre el área del Globo. Y la que se armó fue tremenda. Los jugadores de Estudiantes, no complacidos con la permuta, rodearon al árbitro, le protestaron airadamente, le insultaron y hubo sus más y sus menos. A tenor de como se estaban desarrollando las circunstancias, el referí tiró de tarjetas para intentar controlar la situación y le mostró la cartulina roja a un jugador del Pincharratas. ¿Y a quién se la mostró? Pues fue al pobre de De Marta, alegando el Sr. Wasington Mateo que este jugador le había insultado e injuriado gravemente. Craso error, pues a menos que el árbitro entendiera el lenguaje de los signos…., ya que como hemos mencionado anteriormente Carlos Alberto De Marta era sordomudo de nacimiento y no articulaba palabra.

Como no podía ser de otra manera, Carlos Alberto De Marta recurrió su sanción, alegando su sordomudez, y el Tribunal de Disciplina de la AFA, a tenor de esta circunstancia, le rebajó la sanción a un partido, en lugar de los que en un principio le habían sancionado. Sigo sin lograr entender como una persona muda puede insultar de palabra, ni puedo comprender, tampoco, como un organismo de arbitraje no anulara la sanción, si era imposible que el jugador dijera palabra alguna. En fin, cosas del fútbol argentino.
Finalmente, el partido terminó con el resultado de 5-1 para Huracán.
Y un apunte para el anecdotario. Cuentan que Carlos Bilardo, cuando entrenaba a Estudiantes y tenía en sus filas a Carlos Alberto de Marta, no le dejaba ir a rematar los saques de esquina a favor de su equipo. La razón no era otra que, como además de mudo era también sordo, no oía a los defensores del equipo contrario gritar «salimos» y el pobre De Marta se quedaba siempre en fuera de juego.
Quiero finalizar mostrando toda mi admiración, a título póstumo, a Carlos Alberto De Marta por su lucha inquebrantable contra esa minusvalía que nunca le impidió estar siempre en un primer nivel.
ALBERTO VEGUE
