CARLOS HENRIQUE RAPOSO, UN TRILERO EN EL FÚTBOL


El trilero es un individuo, un estafador, que trata de obtener beneficio por medio de un juego con engaño. Para ello, introduce una bolita debajo de 3 cartas de una baraja o debajo de 3 cubiletes, los mueve unos con otros en varios sentidos o direcciones tratando de despistar al incauto, a quien finalmente embauca y engaña. Además de una cierta destreza en estos menesteres, siempre necesita la colaboración de un tercero llamado «gancho». Bueno, pues salvando las distancias, Carlos Henrique Raposo es un trilero del fútbol. Engañó a plena conciencia, no a uno sino a muchos clubes de fútbol, siempre contó con la ayuda de un tercero, en este caso algún compañero o amigo, y que ya solía formar parte del equipo por el que fichaba.

Pero, vamos a contar esta historia desde su principio. Carlos Henrique Raposo, nació en Brasil un 2 de julio de 1963 y en su juventud decidió que iba a ser futbolista, en el país donde el fútbol es el rey, y que, además, iba a vivir de ello. Pues a esa finalidad, dedicó gran parte de sus empeños. Fue apodado «el kaiser», no por tener algún origen alemán, sino por el gran parecido físico que tenía con el jugador alemán Franz Beckenbauer, apodado por todo el orbe futbolístico como «El Kaiser». Lo que sí había era una gran diferencia con el teutón y es que, mientras Beckenbauer era de los mejores jugadores del mundo, el bueno de Raposo no sabía jugar al fútbol, o, para ser justos, sus condiciones técnicas, que no físicas, para jugar en los equipos de los que formó parte eran lamentables. Como vulgarmente se dice «no daba una patada a un bote».

Con una cara dura y un desparpajo dignos de estudio y ayudado en todas las ocasiones por su amistad con grandes futbolistas consagrados, consolidados y pertenecientes a la élite en esos momentos y que le ayudaron en sus fichajes con los distintos clubes, se forjó una carrera en el mundo del fútbol apadrinado por la mentira, por su enorme inventiva y por su codiciable originalidad.

En poco más de 10 años de carrera, fichó por 9 equipos diferentes, no estando en ninguno de ellos más de un año completo. Solía cerrar sus fichajes por períodos de 6 meses, tiempo suficiente para que el cuerpo técnico del equipo en cuestión se diera cuenta de sus escasos recursos. Una vez transcurrido ese intervalo de 6 meses cambiaba de club y vuelta a empezar por otro periodo de tiempo similar. Raposo no jugó en toda su carrera ningún partido completo, lo más que hizo fue aguantar bastantes minutos durante un total de 6 partidos en toda su carrera, pero no llegó a terminar el tiempo reglamentario en ninguno y no marcó jamás ningún gol. Se cuenta que cuando fichaba por algún equipo y comenzaban los entrenamientos fingía lesiones, o pagaba a otros jugadores para que le entraran fuerte, le lesionaran para que así pudiera estar 2, o 3 y hasta 4 meses de baja y ocultar su engaño. Posteriormente, cuando se recuperaba, buscaba un equipo nuevo y vuelta a empezar. Este modus operandi del fingimiento lo practicaba, incluso, cuando por circunstancias saltaba al campo a jugar un partido.

Este modo de obrar lo llevó a la práctica en equipos punteros como Botafogo, Flamengo, Fluminense, Vasco da Gama, Bangu, América FC (Brasil), Puebla (México), El Paso Patriots (USA) y Ajaccio (Francia). Pero, ¿cómo ha podido ser esto posible? Pues, disparatadamente, por una concatenación de circunstancias. Por un lado, por su persistente e increíble descaro. Si a ello le añadimos que se ayudaba de su amistad con excelentes futbolistas de su época, que le avalaban ante el club, de sus excelentes relaciones con la prensa y, sumado todo, a la dejadez de las directivas y áreas técnicas de los equipos en los que militó en, cuanto menos, obtener algo de información sobre su fichaje, pues obtenemos lo que obtenemos.

Raposo como buen embaucador tenía un extraordinario talento para el engaño. Su ingenio era digno de estudio. Se inventó que había jugado en el CA Independiente de Avellaneda, aprovechando que había un jugador que se llamaba exactamente como él, pero sin la «h» del Enrique. Se trataba del jugador argentino Carlos Enrique, apodado «El Loco». Aprovechando esta circunstancia, presumió de haber jugado en Independiente y de haber ganado la Copa Intercontinental frente al Liverpool FC inglés. Otras veces alardeaba de que clubes de fuera de Brasil le querían fichar. Para intentar demostrar y convencer a sus compañeros de la veracidad de estas afirmaciones, se paseaba por el vestuario hablando por un teléfono móvil de aquellos tiempos, en un inglés inventado e inteligible, y haciéndose el interesante. Hasta que se descubrió que el celular era de juguete. Pero, donde realmente se mereció un óscar al mejor guion e interpretación fue en el año 1989, cuando pertenecía y jugaba en el brasileño Bangú Atlético Clube de Río de Janeiro. Allí y para no quedar en evidencia, ya que había empezado a levantar sospechas, no dudó en encararse y pegarse con algunos aficionados del club durante un partido. Esa reacción y esa conducta motivaron un terrible cabreo del presidente de la entidad quien le pidió las debidas explicaciones. Y, aunque parezca insólito, el amigo Raposo alegó que lo había hecho para defenderle de los injustos insultos y críticas de los aficionados. El presidente, que debía de ser un tarugo de tomo y lomo, no solo le creyó, sino que le amplió el contrato por otros 6 meses más. Ver para creer.

Raposo siempre estuvo orgulloso de su desempeño futbolístico y de sus artes para el timo y, como prueba, la sentencia que expresó en su retirada: «No me arrepiento de nada. Los clubes engañan continuamente a los futbolistas, alguien debía tomar venganza por esa circunstancia». 

Y se quedo tan a gusto.

ALBERTO VEGUE

CARLOS HENRIQUE RAPOSO, UN TRILERO EN EL FÚTBOL

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