La semifinal de la Copa Sudamericana entre Flamengo y Junior de Barranquilla fue la excusa perfecta para viajar a Río de Janeiro para conocer el mítico estadio Maracaná. Inaugurado para la Copa del Mundo de 1950 ya sabemos como comenzó todo. Los medios de la época marcan que el día de la final 200.000 personas presenciaron tal vez la remontada más épica de la historia del fútbol.
Brasil tenía todo para coronarse campeón, le alcanzaba el empate. Hasta los dirigentes uruguayos le dijeron a sus jugadores que traten de no perder por goleada. Solo ellos creían en lo imposible y lo imposible sucedió: La Celeste comenzó perdiendo el partido y en el segundo tiempo con goles de Alberto Schiaffino y el héroe Alcides Ghiggia, a 11 minutos del final provocaron el histórico Maracanazo.
Tragedia nacional y deportiva para Brasil, tan grave fue lo que sucedió que hasta ahí el equipo local utilizaba casaca de color blanca, desde ese día cambió a la verde amarelha, necesitaba borrar viejos fantasmas.
En el Mundial 2014, la selección de Luiz Scolari no disputó ningún encuentro en el Maracaná, tal vez se reservaba con el sueño de acceder a la final, Alemania lo impidió con el terrible e histórico 7 a 1 de semifinales.
Con las reformas que se realizaron para el último mundial , la capacidad del estadio quedó en 80.000 personas sentadas según normas de FIFA, muy moderno con un techo que lo hace estéticamente como uno de los estadios más bonitos del mundo.
El partido lo ganó Flamengo 2 a 1 con goles de Juan y Felipe Vizeu. Un lindo espectáculo brindó la afición del «Mengao» uno de los equipos más populares de Brasil con la ilusión de ser campeones del torneo continental.